
Uno es amarillo, el otro negro, los llevo guardados en una alcancía roja.
Pero los colores no tienen importancia, la cuestión; si uno me hace ególatra y el otro sabe quien soy y que quiero, la respuesta es fácil.
Aquí, hoy, y ahora quiero mi frasco negro, quiero hablar cosas infinitas, y quiero que no este medio vacío, más bien quiero medio-llenarlo de amor, de fieldád , de dibujos de conejos.
Cada vez que me sumerjo en ese río y respiro esa agua, siento tu olor, tu olor a suciedad, a ignorancia, a manía, tu olor singular que me tiene encadenada. La decadencia es nuestra ahora fotografiémonos y vivamos hasta morir y muramos viviendo hasta cansarnos y dejarnos por otro dibujo, pero esta vez no de un conejo, ahora de una rata.